Entre lo compartido y lo singular
La autoría en
arquitectura: entre lo compartido y lo singular
La cuestión de la
autoría ha sido históricamente importante en la mayoria de las disciplinas
creativas, y la arquitectura no es la excepción. Así como en el cine se debate
la figura del director como autor, a partir de la "política de
autores", en arquitectura también se ha construido la figura del
arquitecto como el gran creador, a veces incluso como genio. Sin embargo, este
enfoque ha sido problematizado por las múltiples voces, disciplinas y
condiciones que intervienen en el proceso arquitectónico. ¿Hasta qué punto una
obra puede atribuirse a una única autoría cuando participan multiples
profesionales como ingenieros, clients y distintas normas urbanas y contextos
históricos?
Debido a estas
tensiones, sigue existiendo una necesidad crítica y cultural de reconocer un
estilo, una firma. Ciertos arquitectos poseen un lenguaje tan reconocible que
sus obras se conocen por todos a simple vista. La autoría se manifiesta,
entonces, no como exclusividad de creación, sino como la capacidad de
reorganizar los elementos compartidos de la disciplina (materiales, formas,
proporciones, referencias históricas) de manera única y constante.
Desde el análisis
textual, las técnicas de atribución de autoría sugieren que cada autor opera
dentro de un sistema común , pero manipula sus elementos de forma distintiva.
En arquitectura ocurre algo similar: todos trabajan con estructuras, normas y
materiales similares, pero algunos arquitectos logran hacer reconocible su obra
mediante patrones de diseño, decisiones formales y gestos repetidos o
reinterpretados. Frank Gehry, por ejemplo, “copia de sí mismo” creando una
estética escultórica personal; Rafael Moneo, en cambio, “copia de la historia”,
releyendo con rigor elementos del pasado. Ambos modelan lo común para volverlo
singular.
Así, la autoría en
arquitectura no reside solo en la invención, sino en la forma en que se
selecciona, organiza y transforma lo que ya existe. No se trata solo de firmar
un edificio, sino de dejar en él una huella, un patrón que, aunque surge de un
lenguaje compartido, solo ese autor podía haber escrito.
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