La arquitectura a través de la visión de Boulee, Piranesi y Durand
En Europa, el siglo XVIII trajo un cambio hacia lo racional y científico transformando los aspectos de la vida como la política, sociedad y la cultura. Este cambio no solo se reflejó en la ciencia, sino también en el arte y la arquitectura, que comenzaron a buscar nuevas maneras de entender el espacio y las emociones humanas. En este contexto de cambio intelectual y cultural, surgen figuras como Boulee y Piranesi, quienes llevaron la arquitectura más allá de la funcionalidad, convirtiéndola en un recurso para explorar cuestiones filosóficas, emocionales y visuales. Su trabajo no solo cambió la forma en que entendemos los edificios, sino que también trajo el papel de la percepción y la emoción en la arquitectura.
El enfoque de Boulee se puede entender como una reflexión sobre el poder, la grandeza y lo sublime. Sus dibujos, que parecen casi “renders”, muestran edificios monumentales que presentan una ambigüedad en la escala humana, creando así una sensación de asombro. En sus proyectos, como el Cenotafio, la simetría y la pureza de las formas, como pirámides o esferas, no solo buscan impactar visualmente, sino transmitir un mensaje simbólico: la grandeza de la estructura representa una fuerza superior. A través de sus diseños, Boulee quiere hacer ver al humano que los habita en el dibujo como minúsculos comparados con la arquitectura.
Enfrentando la fragilidad del ser humano. Curiosamente, aunque sus proyectos nunca llegaron a construirse, sus representaciones gráficas funcionan como una reflexión sobre cómo los sistemas de poder pueden ser tanto grandiosos como inhumanos.
Por su parte, Piranesi tiene una visión distinta, pero igualmente cargada de aspectos emocionales. Contrario a la solemnidad de Boulee, Piranesi se adentra en técnicas de espacios laberínticos. Sus representaciones de prisiones son reconocidas por lo abrumador que resulta el espacio que crea, un conjunto de pasillos interminables, escaleras que no llevan a ningún lado y perspectivas que parecen no tener sentido. Piranesi juega con las expectativas del individuo, sumergiéndolo en un universo donde la lógica del espacio no existe y la sensación de claustrofobia y ansiedad se intensifica. Con estos diseños, no solo refleja el poder autoritario, sino que lo materializa, haciendo que el espectador se sienta pequeño, atrapado, y casi sin salida ante lo imponente.
Ambos arquitectos, con visiones muy diferentes, comparten una crítica profunda al poder, cada uno a su manera. Los cenotafios de Boulee y las prisiones de Piranesi, aunque nunca fueron edificados, funcionan como representaciones de lo inalcanzable y lo sublime, pero también de lo destructivo y abrumador. Por otra parte, Durand, quien también vivió en el siglo XVIII, se mantiene conectado con un enfoque más pragmático y racional. Para él, la arquitectura debe ser un ejercicio de simplicidad y economía, alejándose de la ornamentación excesiva o las grandiosidades innecesarias. Sin embargo, a pesar de su énfasis en la razón, Durand no puede alejarse por completo de los elementos clásicos del pasado. Al final, la reflexión sobre la arquitectura de Boulee, Piranesi y Durand nos muestra cómo la disciplina arquitectónica siempre ha estado entre la emoción del pasado y las exigencias de la razón, un diálogo constante entre lo práctico y lo filosófico.
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